viernes, 6 de febrero de 2009

La profecía y la ayuda de la iglesia de Antioquía

“Por aquel tiempo unos profetas bajaron de Jerusalén a Antioquía. Uno de ellos, llamado Ágapo, se puso de pie y predijo por medio del Espíritu que iba a haber una gran hambre en todo el mundo, lo cual sucedió durante el reinado de Claudio. Entonces decidieron que cada uno de los discípulos, según los recursos de cada cual, enviaría ayuda a los hermanos que vivían en Judea. Así lo hicieron, mandando su ofrenda a los ancianos por medio de Bernabé y de Saulo”27-30

Primero se puede decir que entre los profetas que vinieron de Jerusalén se encontraba entre ellos a Agabo. Este mismo profeta es el que predice posteriormente el arresto de Pablo en Jerusalén por medio de los judíos que lo entregarían a las autoridades romanas (21:10-11).

El contenido de la profecía estaba en relación a un hambre que iba a azotar a todo el mundo. Según la versión Reina Valera 1995 es a “toda la tierra habitada”. En este sentido era al mundo conocido por aquel entonces. Este hecho se lo relaciona con los periodos de malas cosechas y de hambre que se sufrió en el reinado de Claudio.
Aquí también se observa el valor histórico que tiene el libro de hechos, al referirse con una excelente y precisa exactitud a eventos y nombres particulares de ese tiempo histórico.

En la iglesia de Antioquía se puede ver el ministerio y la sensibilidad social con respecto a sus hermanos de Jerusalén. Luego del mensaje profético, no hubo tiempo para quedarse solo en la meditación, sino que tomaron una decisión e iniciativa de actuar en intima relación al ejemplo de Cristo de servir al prójimo.

En esta actuación de la iglesia se puede ver la profunda influencia que tuvieron Bernabé y Pablo con su ejemplo, ya que Bernabé había vendido un terreno propio para ayudar a otros hermanos necesitados (4:36). De Pablo luego se sabe por medio de sus cartas de las continuas consideraciones que tuvo con diferentes discípulos para ayudarlos también en sus necesidades materiales, en este sentido habría sido de gran ejemplo e inspiración la generosidad de su consiervo.

A los ancianos de Jerusalén que se les envío la ofrenda para que la administraran, se supone que no eran los apóstoles, ya que no se dice esta palabra, sino algunos de los siete elegidos por los apóstoles para servir las mesas.

Y estos últimos versículos son los que finalizan este relato de la iglesia de Antioquía. Una iglesia que tuvo un alto grado de responsabilidad solidaria con sus hermanos de otras partes, fijándose en cubrir las necesidades de los demás, en definitiva una iglesia con una actitud de misericordia.

También es importante destacar que el texto bíblico hace alusión a que todos fueron participes voluntariamente de esta ofrenda de misericordia, “según los recursos de cada cual” o en la versión Reina-Valera 1995 “cada uno conforme a lo que tenía”. Este acto en conjunto nos habla de una iglesia que andaba en un mismo espíritu, pensamiento y sentir y de que todos eran parte de la acción, sin importar la condición social de cada uno como una variable condicionante a la hora de dar, ya que la ofrenda era la unidad de las partes y era un todo que representaba la generosidad de la iglesia.

Este hecho nos puede ayudar a la hora de reflexionar sobre la ofrenda y el servicio en el ministerio social, ya que muchas veces se puede caer en el error de pensar que los más pudientes de la congregación son los que tienen la mayor responsabilidad de dar el mayor porcentaje de las ofrendas. Y lo mismo a nivel mundial, ósea que las iglesias de los países más ricos son las que tienen que dar más. Si bien desde una lógica humana parece ser esto así, no en la lógica divina, ya que Dios nos llama a todos dar y servir con amor y generosidad, sin importar si somos ricos o pobres en el sentido material y a considerar todo lo que tenemos como propiedad exclusiva de Dios. Y considero que así lo entendía la iglesia primitiva, ya que consideraban, y así lo vivían, que nada era de ellos, sino que todo era de él.

Daniel Scott